Nos encontramos ya en la esperada desescalada después de duras semanas de encierro debido al avance de la pandemia. A pesar de que no todos los territorios de la península se encuentran en la misma fase, ya se vislumbra el comienzo de nuestra nueva normalidad. Y se enfatiza en que es nueva porque estos meses de incertidumbre y pesar han marcado nuestra historia personal. Para muchos, esta vivencia ha clarificado el concepto de la vida en sociedad, concretamente, la vida en las ciudades.
Como era de esperar, los países líderes en desarrollo tecnológico se encuentran en estos momentos haciendo uso de todos los medios de los que disponen y utilizando al máximo las múltiples aplicaciones que pueden extraerse de las nuevas tecnologías emergentes para intentar salvaguardar la salud de sus ciudadanos. Es decir, estamos viviendo en primera fila como los grandes núcleos alrededor del globo se están convirtiendo en ciudades resilientes.
Para una ciudad, ser resiliente es sinónimo de regeneración, protección de sus habitantes, sus bienes y de una correcta gestión de la manera más sostenible. Desafortunadamente, hemos tenido que aplicar este concepto después de una enorme situación de crisis en la que ha quedado demostrado cuán diferente hubiera podido ser este desastre de haber estado debidamente preparados para lo que iba a acontecer.
En este sentido, la apuesta digital y resiliente de las urbes busca, entre sus estrategias, el uso de soluciones tecnológicas concretas para esta nueva realidad social a la que estamos a punto de llegar. Los expertos afirman de manera contundente que las principales tecnologías crecerán exponencialmente en los próximos años dada su utilidad inmediata. Nos preguntamos: ¿Cuáles son?
Encabezan la lista los ya conocidos drones debido a su versatilidad y a que es una tecnología que ya se encuentra altamente extendida. No sólo se utilizan para comunicar normas y reglas de seguridad, sino que son grandes aliados para realizar reparto de medicamentos y material médico. Siguiendo con los ejemplos destacamos los escáneres o cámaras térmicas que toman la temperatura de las personas a distancia.
Estos aparatos ya se utilizan en aeropuertos y demás terminales además de en edificios clave de algunas ciudades. Dichos dispositivos cuentan con infrarrojos que miden y, posteriormente, elaboran un mapa del calor que emiten las personas. De esta manera, permiten detectar a aquellas que presentan fiebre, síntoma característico del virus. Y por último, los sistemas de geolocalización en tiempo real para el seguimiento del comportamiento del virus de manera que se puedan definir con más exactitud las zonas de alto riesgo.
En este nuevo futuro, las tecnologías juegan un papel importante. Y el modo en el que las diseñemos e implementemos actualmente será clave en el desenlace de esta ardua etapa. Es por eso por lo que no debemos dejarnos llevar por las prisas que demanda esta situación excepcional ya que lo que demanda el momento es un poco de tiempo para evaluar y realizar buenos diagnósticos que nos lleven a desarrollar soluciones idóneas. La tecnología requiere de un tiempo de implementación para garantizar la fiabilidad de los sistemas y, a su vez, garantizar la aceptación social y la certeza de que no vulnerarán los derechos de los individuos.
Todos los actores sociales deben formar parte de esta época de transición pues solo así conseguiremos superar la crisis del COVID-19, y lo haremos sentando de un modelo eficaz de resiliencia que proteja las ciudades frente a lo imprevisible y mejore su capacidad de respuesta.